He aquí un hombre libre:
¡El Poeta!.
No duerme por las noches,
jamás está sobrio,
trabaja en los andamios
albañiles de la soledad.
Denomina a los barcos,
bautiza a sus mujeres,
enumera falsas deidades,
carga la mudez
de los otros.
Confiesa a sus amantes
que ama a otra amante
y se va
hacia lo incomprensible,
es decir,
hacia sí mismo.
Deambula por las calles
interpretando la ceguera
de las campanas,
la insensibilidad
de las estatuas
y de los no poetas.
Se muere solo
extirpado de un papel
siempre triste
por una palabra
nunca encontrada.
Entonces:
-¿En donde pernocta su libertad?
-Allí:
en las noches, los barcos,
las campanas, el papel,
las esculturas
de su muerte.
-Gabriel Benavente-
¡El Poeta!.
No duerme por las noches,
jamás está sobrio,
trabaja en los andamios
albañiles de la soledad.
Denomina a los barcos,
bautiza a sus mujeres,
enumera falsas deidades,
carga la mudez
de los otros.
Confiesa a sus amantes
que ama a otra amante
y se va
hacia lo incomprensible,
es decir,
hacia sí mismo.
Deambula por las calles
interpretando la ceguera
de las campanas,
la insensibilidad
de las estatuas
y de los no poetas.
Se muere solo
extirpado de un papel
siempre triste
por una palabra
nunca encontrada.
Entonces:
-¿En donde pernocta su libertad?
-Allí:
en las noches, los barcos,
las campanas, el papel,
las esculturas
de su muerte.
-Gabriel Benavente-
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